Ciudadano Klínex

La democracia española nos da muy pocas herramientas para participar en la vida política. Pero lo peor de todo es que no nos da ninguna herramienta realmente efectiva para influir en ella.

Lo estamos viendo: una manifestación tras otra y ningún paso atrás por parte de las élites políticas. Podríamos poner en marcha iniciativas legislativas populares, recoger 500.000 firmas y presentarlas en el Congreso. Desengáñate, no sirven para nada. Una vez llegan a la mesa, la cámara puede hacer lo que le dé la gana con ellas. No tiene por qué aprobarla. Podríamos convocar un referéndum. Oh, espera. No, no podemos convocar un referéndum, sólo el Presidente del Gobierno puede. Y si lo convoca, en la mayoría de los casos, no es vinculante.

La solución, podríamos pensar, sería implantar en España una democracia directa o más mecanismos de democracia directa. No estoy de acuerdo.

La democracia directa es un concepto idealizado que en su ejecución lleva, en realidad, a soluciones poco democráticas. ¿Recuerdas el referéndum que se celebró en California para terminar con el matrimonio gay? A eso me refiero. Podría mencionar más casos pero creo que me sigues.

Y es que la Democracia no es solo votar. Un sistema no es más democrático cuanto más voten sus ciudadanos. La Democracia es articular un sistema de equilibrios y controles del poder que represente a las mayorías pero que proteja a las minorías.

Lo que hace falta es una democracia representativa de verdad y no lo que nos han vendido hasta ahora. La democracia representativa es probablemente el mejor sistema de gobierno que se ha inventado porque permite razonar las decisiones y buscar consensos que hagan que las mayorías no se impongan a las minorías. Vamos, que no se decidan cosas a lo bruto y se busque lo mejor para la convivencia.

Pero lo que nosotros tenemos no es una democracia representativa. De hecho, me atrevo a afirmar que lo que tenemos no llega ni siquiera a democracia sino que se queda en partitocracia.

¿Qué necesitamos para tener una democracia de verdad? Aquí te expongo tres ideas:

RESPONSABILIDAD. Nuestros políticos no son jurídicamente responsables. No me refiero aquí a que vayan a la cárcel por hacer fechorías sino a que no son responsables ante su electorado. Un político en España miente y el sistema permite que salga elegido una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. ¿Cómo? Se le mete en la lista del partido y te lo comes con patatas.

Necesitamos poder pedirles cuentas a los políticos. Individualmente. Necesitamos que si Fulanito ha votado en contra de lo que nos prometió podamos asegurarnos de que no vuelva al Parlamento. ¿Cómo se consigue eso? De una manera mucho más sencilla de lo que ellos están dispuestos a reconocer: con una reforma democrática que establezca las listas abiertas (que puedas votar listas de distintos partidos al mismo tiempo) y desbloqueadas (que puedas votar a quien tu quieras dentro de una misma lista saltándote, por ejemplo, a Fulanito porque es un bellaco). El domingo pasado César Molinas explicaba que la solución al problema sería un sistema mayoritario (el más votado en la circunscripción se lleva el escaño) pero no estoy de acuerdo. Un sistema mayoritario perpetuaría a la élite extractiva que él critica cuando existen otros mecanismos mejores como el que acabo de explicar para lograr el mismo objetivo.

SEPARACIÓN. Los términos “separación de poderes” los habréis escuchado mucho en las películas (americanas) porque en algunas democracias se lo toman en serio. Y lo hacen porque es vital para la salud de una democracia. La separación de poderes es algo que los políticos en España pronuncian en voz baja porque, contrariamente a lo que te hayan hecho creer, dicha separación no existe en nuestro país. Aquí los políticos le meten la mano a todo: el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, la CNMV, el Banco de España, la Comisión de la Competencia, etc.; todas estas instituciones están sembradas de amiguetes y, en ocasiones, directamente de miembros de partidos políticos sin descaro que corrompen la racionalidad del sistema.

Es necesaria una verdadera separación de poderes para que el ejecutivo, el legislativo y el poder judicial puedan controlarse los unos a los otros y que ninguno de ellos se pase ni un milímetro de lo que le corresponde. Necesitamos que se controlen para terminar con las corruptelas y la corrupción constante que nos hace tragar la élite extractiva.

INTEGRIDAD. Necesitamos un sistema político limpio de corrupción. Y no me refiero aquí a un sistema que persiga mejor a los corruptos (que lo necesitamos) sino a la necesidad de establecer un sistema que no permita que la corrupción pueda tener lugar. Necesitamos un sistema que oblitere la corrupción. “La corrupción es inherente a la política” pensaréis algunos. Falso. La corrupción es inherente a los sistemas que la permiten.

Necesitamos establecer un sistema político con reglas y cortafuegos como ya existen en otros países tales como Finlandia, Dinamarca o Nueva Zelanda donde la corrupción se elimina de origen con fortísimas leyes de transparencia y acceso a la información pública, transparencia de las cuentas privadas, limitación de los cargos de designación política e impulso de los funcionarios de carrera, sistemas de responsabilidad colegiada o la eliminación de los alcaldes y sus sustitución por “city managers” entre muchas otras. Está todo inventado. Si nos roban es porque nos dejamos.

Termino ya: nos vendieron durante treinta años que tuvimos una transición ejemplar, que adoptamos una Constitución pionera en su tiempo en cuanto a Derechos Fundamentales y que iba a garantizar una democracia robusta gracias a que reforzaba la representación de los partidos mayoritarios. Pero no es verdad. La falta de rubor de las últimas generaciones de políticos nos ha mostrado que en realidad este sistema político que arrastramos desde hace ya treinta años no ha servido más que para generar una casta. Una casta que no tiene reparo en ignorarte por completo. Ignorarte porque la realidad es que no te necesita. Con el sistema actual tu única función es votar cada cuatro años.

Te han convertido en un ciudadano de usar y tirar. En un ciudadano klínex.

¿Hasta cuándo?