Diamantes Sangrientos

Las empresas de comercio de diamantes están nerviosas. O al menos lo están en EEUU donde, a menos de dos meses del estreno de la película «The Blood Diamond» (tengo ya ganas de saber cuándo se estrena en España), han comenzado a movilizarse para contrarrestar los previsibles efectos que va a tener sobre la sociedad norteamericana.

La película trata el la sangrante cuestión del comercio con diamantes provenientes de los conflictos armados en África. Conflictos que durante años se han venido retroalimentando gracias a este comercio amoral. No se pierdan el trailer.

La cuestión es que las grandes empresas han estado intentando que la película recoja una explicación de que lo narrado ya forma parte de pasado y que, gracias a los Procesos de Kimberley, los diamantes que se venden en la actualidad tienen la garantía de no haber sido obtenidos en estos conflictos. Las campapas de Navidad y San Valentín peligran.

Ante la improbable modificación de la película las empresas han decidido actuar por su cuenta y han puesto en marcha una potente campaña basada en explicar en qué consiste el Plan de Certificación del Proceso de Kimberley.

Este Plan de Certificación fue diseñado para evitar la entrada de estos diamantes sangrientos en el flujo comercial del mercado de diamantes. Se trata de poder garantizar al consumidor que los diamantes que están comprando no han sido obtenidos mediante violaciones de los Derechos Humanos. Aproximadamente el 98% del comercio mundial de diamantes tiene lugar entre los Estados miembros de este plan.

El Plan de Certificación del Proceso de Kimberley nació de un encuentro de Estados productores de diamantes de Sudáfrica en Kimberley durante el mes de mayo de 2000. En diciembre del año 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una Resolución llamando a la creación de un plan que permitiría la certificación de diamantes garantizando que los diamantes vendidos no habían servido para financiar ninguna guerra civil. Este Plan fue finalmente aprobado por las naciones involucradas en el comercio y extracción de diamantes así como por las compañías productoras, entre las que destacan DeBeers y el World Diamond Council, en noviembre del año 2002.

Según este acuerdo, cualquier Estado participante debe garantizar que:

  1. Ninguno de los diamantes procedentes de su país financia a grupos rebeldes o cualquier otro ente que busque derrocar a los gobiernos reconocidos por las Naciones Unidas.
  2. Todo diamante exportado deberá ir acompañado por un certificado del Proceso de Kimberley que pruebe que
  3. ningún diamante es importado de, o exportado a, un país no miembro de dicho Plan

La cosa es que Amnistía Internacional no está nada convencida con este Plan y ya ha declarado que «el Proceso de Kimberley es bienvenido como un importante paso para enfrentarse al problema de los diamantes provenientes de conflictos armados. Pero hasta que el comercio de diamantes no esté sujeto a un seguimiento imparcial no hay garantía efectiva de que todos los diamantes provenientes de conflictos armados serán identificados y apartados del mercado«. Y es que este Plan no es más que un compromiso autoimpuesto y los componentes de su órgano de control son elegidos por sus propios miembros…