El Siglo de las Migraciones

Se acerca el buen tiempo y con él la llegada de olas de inmigrantes.

Solamente en 2005 se calcula que fueron 191 millones las personas migrantes en todo el mundo. España se ha situado en el tercer país del mundo en absorción de inmigrantes y sexto en porcentaje de población extranjera. Estos hechos, que pueden llevar a muchos a alarmarse, no deberían llevarnos a tener reacciones como la de Malta. En general, los efectos de la inmigración son más que positivos.

Desde el punto de vista de los costes que la inmigración puede suponer para el país de acogida, éstos pueden ser vistos, en primer lugar, desde el prisma de la sanidad, la educación y otros servicios públicos. Así, si bien la llegada de inmigrantes supone un aumento del gasto en estos ámbitos; la contribución de los inmigrantes, que pagan tributos, cotizaciones y, sobre todo, impuestos indirectos que gravan el consumo, arrojan un saldo positivo, especialmente en el medio y largo plazo, sobre las finanzas públicas. Así lo atestiguan diversos estudios tanto de Estados Unidos como de la Unión Europea. En segundo lugar, desde el punto de vista del empleo, se ha observado que el 70% de los inmigrantes ocupan empleos considerados como «poco cualificados», especialmente en el ámbito de la agricultura y los servicios, empleos que los nacionales suelen rechazar por motivos diversos. Siendo éste un efecto positivo para el país de acogida, solamente hay que resaltar que se ha observado que esta situación sí puede tener un ligero efecto sobre los salarios y los empleos de los trabajadores nacionales poco cualificados. Por otra parte, aquella parte de inmigrantes «cualificados» suele ser absorbida por sectores con una gran demanda como son la salud y las tecnologías de la información.

Si intentamos observar los efectos sobre los países de origen, veremos que de las distintas vías de ingresos que tienen estos países, las remesas de los emigrantes son la fuente que más ha crecido en los últimos años. De hecho, se considera que su importancia podría ser mucho más importante de lo que las cifras oficiales muestran debido a que, en muchas ocasiones, estas remesas se entregan de forma oficiosa, es decir, en mano. Los efectos sobre los países de origen de estas remesas no están claros y sería complejo explicarlos aquí, pero en cualquier caso hay que resaltar que pueden convertirse en un instrumento para el desarrollo de estos países. Un ejemplo de ello es el Programa 3 por 1, según la cual por cada dólar que un inmigrante mexicano envía a su país, las autoridades locales y estatales estadounidenses envían otros tres destinados al desarrollo del tejido empresarial del país vecino. En cuanto a los efectos sobre los países de origen, se ha hablado siempre de «bran drain» (fuga de cerebros) pero hoy en día se está comenzando a hablar de «bran gain» (aportación de los cerebros) ya que se ha comprobado que, en primer lugar, dichas personas apenas podrían desarrollar sus habilidades en sus países de origen y, en segundo lugar, que las remesas que generan en dirección a su propio país suplen con creces esa pérdida inicial, especialmente si dicho dinero se gasta o invierte en aspectos que ayuden a mejorar el nivel de desarrollo. Por ejemplo, en educación.

En conclusión, aunque sea a grandes rasgos, es fácil observar que las migraciones no son más que una parte del proceso de desarrollo tanto de los países de origen como de los países de acogida. Con lo que no hay, en principio, motivo para ver con rechazo este fenómeno. Más bien al contrario. Y es necesario que empecemos a verlo así porque todo apunta a que este fenómeno va a intensificarse. Si el siglo XX fue el siglo de la explosión demográfica, el siglo XXI podría ser el siglo de las migraciones.

Es importante tenerlo en mente porque a los españoles se nos suele olvidar que no hace mucho también fuimos migrantes

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