La asfixiante estabilidad de Irán

Jamenei

Desde el nacimiento de la República Islámica de Irán en 1979, el ayatolá Jomeini, padre de la revolución, dejó bien atado el diseño del Estado. El objetivo era conseguir la mayor estabilidad posible para que se perpetuara la revolución islámica. Por ese motivo fueron creados diversos centros de poder. Permitiendo la rivalidad entre estos nodos se consiguió establecer un equilibrio de fuerzas que evitaba que una sección o una institución fuera jamás ni demasiado poderosa ni demadiado débil como para recibir influencias que pudieran poner en peligro el régimen. En definitiva, poder gubernamental quedó organizado de manera que fuera prácticamente inmune a cualquier tipo de influencia externa o interna.

Mir Husseín Musavi es fruto de ese entramado. El hecho de que Musavi esté dispuesto a tomar en consideración algunas de las espectativas de jóvenes y mujeres no lo convierte en un líder progresista. No es un revolucionario. Musavi es conservador. Sin embargo, en un país en el que las instituciones están anquilosadas por el inmovilismo extremo, Musavi resulta convertirse en un oasis en medio de desierto. Máxime comparado con el ultraconservador Mahmoud Ahmadineyad.

Ese es el motivo que ha llevado a miles de personas a salir a las calles de Teherán y reclamar una victoria electoral que dicen que les han escatimado. Pese a todo, después de las muertes en las manifestaciones que ha tenido lugar esta semana, de las palabras de Jamenei el viernes y de la sangre derramada durante el día de ayer, cabe preguntarse si la denominada Revolución Verde seguirá su curso o resultará, como muchas otras revoluciones de colores, un intento frustrado de reclamar más libertad.

La respuesta parece empezar a aflorar. La concurrencia es cada vez menor en las manifestaciones. Y es que en un régimen en el que el poder está controlado y el margen de reforma es prácticamente nulo, luchar por un candidato conservador que, de lograr la presidencia, apenas tendría capacidad para cambiar las vidas de sus conciudadanos, no parece valer vidas humanas.

De ser así, el sistema habrá vencido una vez más. Ahmadineyad volverá a ser presidente de Irán bajo la impasible mirada del Líder Supremo Alí Jamenei. Se impondrá de nuevo la asfixiante estabilidad.

La pregunta será entonces… ¿Hasta cuándo?