La Empresa Multinacional

La empresa multinacional es duramente criticada. En muchas ocasiones, con razón. No hay más que recordar casos como el de la leche materna de Nestlé, las semillas genéticamente modificadas de Monsanto que producían plantas incapaces de reproducirse o el derrame del Valdez cuya responsabilidad quiso evadir la petrolera Exxon.

Sin embargo, formarnos un concepto de las mismas tomando solamente estas ideas sería sesgado además de injusto. La empresa multinacional, en muchos casos, cumple una función social: transfiere teconología de los países desarrollados a los países en vías de desarrollo, es una importantísima fuente de inversión, genera empleo y contribuyen al desarrollo de los países, distribuye productos de alta calidad a bajos precios dando lugar a una reducción del coste de vida que permite elevar el nivel de calidad de vida, mantener a raya la inflación y los tipos de interés. Es decir, ayuda a progresar a los países y a sus ciudadanos.

Fijando la vista hacia el futuro, parece necesario ponerse de acuerdo para conseguir maximizar los beneficios que la empresa multinacional aporta a la globalización y, al mismo tiempo, minimizar los daños que provoca.

En su último libro, el premio Nobel Joseph E. Stiglitz se pregunta cómo hacer que funcione la globalización. En este terreno, el norteamericano hace una serie de propuestas intentando conjugar incentivos privados con los costes y beneficios sociales.

En primer lugar, Stiglitz propone fomentar la responsabilidad social corporativa. Se ha observado que las empresas que se dotan de sólidos códigos de conducta se benefician de ello por distintas vías. Por una parte suelen tener un mejor comportamiento en las bolsas mundiales. Por otro, el hecho de contribuir a generar un buen entorno de trabajo acaba atrayendo a trabajadores más cualificados. Sin embargo, las empresas que deciden comportarse moralmente sufren el problema de la competencia desleal que suponen las empresas deciden no atenerse a códigos de conducta de ningún tipo. Está claro que será necesario tomar medidas para seguir estimulando que las empresas se muevan en el terreno de la responsabilidad.

En segundo lugar, el economista explica que es necesario limitar el poder de la gran corporación. En numerosas ocasiones el fortísimo poder de las multinacionales las lleva a tener comportamientos anticompetitivos. Ejemplo de ello fue el barrido que Microsoft hizo con el navegador de Netscape o, a día de hoy, la cuestión de los repductores de música en su sistema operativo. Por ello, sería necesario crear un tratado de competencia global así como una Autoridad Global de la Competencia. Todos los países del mundo se han dotado de normas e instituciones de esta naturaleza para proteger a los consumidores. Hoy, en un mundo que tiende a la globalización necesitamos instituciones que nos protejan globalmente.

En tercer lugar, el nobel afirma que es necesario mejorar la gestión de las corporaciones multilaterales. Es necesario que las empresas tengan unos intereses que se alineen mejor con los intereses de los ciudadanos. A día de hoy, si bien la empresa multinacional tiene a su alrededor a accionistas, empleados y las comunidades en las que se desenvuelve, solamente es responsable frente a los primeros. Sería necesario encontrar incentivos para que las empresas tomaran acciones en favor de beneficiar y no dañar a empleados y sociedades de acogida. En este sentido, propone inciativas como reforzar la exigibilidad de responsabilidades a los ejecutivos de las empresas por el resultado de sus decisiones, facilitar los mecanismos para la reclamación de indemnizaciones por daños, permitir el que se pueda demandar a una empresa en el país de su sede para evitar que intente evadir parte de su responsabilidad limitando sus activos en el país que recibe el daño, fomentar la cooperación judicial en este terreno para que las sentencias dictadas en un país puedan ejecutarse en otro distinto y eliminar el velo empresarial para evitar también que limiten su responsabilidad mediante la creación de empresas subsidiarias.

En cuarto lugar, el economista propone la redacción de leyes globales así como la creación de tribunales internacionales que puedan dar pie a demandas conjuntas. Asimismo, al igual que ocurre en todo Estado de Derecho, ofrecer asistencia jurídica gratuita a las personas y, en su caso, a los países con menos recursos. Es decir, intentar que los grandes recursos económicos de las empresas multinacionales no den lugar necesariamente a resultados injustos dando al traste con las reclamaciones de quienes menos recursos tienen.

Finalmente, Stiglitz habla de reducir la corrupción. Hoy día, podríamos considerar el soborno como una forma de competencia desleal hacia las empresas que deciden comportarse con integridad. El permitir, o hacer la vista gorda, con las empresas que utilizan el soborno como medio para hacerse con mayores partes del mercado puede ser considerado una forma de subvencionarlas. Estando prohibidas las subvenciones en el comercio internacional, podrían adoptarse sanciones contra éstas empresas y los países que toleran dichos comportamientos. En el mismo sentido, Stiglitz afirma que es necesario acabar de una vez por todas con el secreto bancario. Los paraísos fiscales no son más que el refugio del dinero conseguido fraudulentamente. Tras los atentados del 11S, se decidió negar la financiación a los grupos terroristas eliminando el secreto en este campo. Si la transparencia se extiende a todos los ámbitos podría acabarse también con gran parte de la corrupción, la venta de armas y la evasión de impuestos.

En definitiva, será necesario tomar pronto decisiones en este sentido para lograr que los beneficios de la globalización lleguen a todos. Para lograr que funcione la globalización.