La Muerte de Cualquier Hombre me Disminuye

Según leía ayer en La Vanguardia, el gobierno norteamericano reaccionaba con alegría contenida y prudente optimismo a la noticia de la muerte de Abu Musab Al Zarqaui, Blair mostraba su satisfacción y Kofi Annan habló de alivio. Unas reacciones que, según he podido ver, son compartidas por la mayoría de dirigentes sin ser cuestionadas por nadie. Casi nadie. Pues bien, yo me veo obligado expresar mi disentimiento. Mi firme compromiso con la Democracia, los Derechos Fundamentales y el Estado de Derecho me obligan escribir estas líneas porque a cualquiera que comparta estos valores es difícil que la muerte de Al Zarqaui, en estas condiciones, le provoque algo distinto a una expresa tristeza y manifiesto pesimismo, insatisfacción y desasosiego.

Al Zarqaui era un ser deleznable. Un asesino atroz odiado incluso por parte de sus compañeros de lucha, tanto que, según nos cuentan, fue traicionado por alguien muy cercano a él. Pensar en él o en las cosas que ha ordenado hacer me puede llegar a poner los pelos de punta. Incluso con lo difícil que me resulta odiar a nadie creo que con él podría llegar a hacerlo. Si ese fuera el caso podría hasta llegar a reaccionar con alegría contenida a la noticia de su muerte. Pero no lo es. No lo es porque eso son sentimientos y mi idea de justicia, la idea de justicia, no se hace a golpe de arrebato emocional. El “ojo por ojo dejará ciego al mundo entero” que decía Gandhi. Y ciegos nos estamos quedando si no somos capaces de ver que matar terroristas a cañonazos no hace más que conculcar los valores en los que se asientan la Democracia, los Derechos Fundamentales y el Estado de Derecho. Nos estamos cargando el respeto a valores como el Derecho a la vida, al juicio debido o al Derecho internacional humanitario en aras de la lucha contra el Terror sin querernos dar cuenta de que el Terror es no respetar esos valores. Por una parte, porque la violencia no hace más que engendrar violencia con lo cual no podemos ni alegrarnos por las personas que con su muerte no van a morir. ¿Cuánto tardará en aparecer el nuevo Al Zarqaui? O mejor dicho ¿los nuevos Al Zarqauis? Yo ya he leído algunos nombres… Y por otra parte, porque estamos dando forma a un mundo en el que podríamos ser secuestrados en nuestras propias casas, deportados a prisiones situadas en tierra de nadie y torturados con absoluta impunidad. ¿Les suena a ciencia ficción?

Por ese motivo, la muerte de Al Zarqaui es, para mí, solamente una noticia triste que enlazará mi pesar por las decenas de muertos en Irak en el pasado con el pesar por los que morirán en el futuro. A lo mejor creerán que estoy loco y que si hubiera vivido en mis propias carnes algo de lo que ha hecho este señor no pensaría igual. Afortunadamente, me reconforta saber que no sería así cuando leo que el padre de Nicholas Berg dice “no tengo ninguna sensación de alivio, solo tristeza por que otro ser humano haya tenido que morir”. “Como dijo el poeta John Donne” –sigue Berg padre- “la muerte de cualquier hombre me disminuye. Esto no me devuelve a mi hijo, tan solo trae consigo un nuevo ciclo de venganzas”.

Y esto lo dice quien ha visto morir a su hijo, posiblemente a manos de Al Zarqaui, así.