Pedro siempre terminaba sus frases con un “mi niño”. Y ahora creo que sé por qué lo hacía. No era una muletilla. Era una llamada. La llamada a reconocer que somos niños felices gracias al trabajo que otros han hecho antes que nosotros.
Pedro siempre terminaba sus frases con un “mi niño”. Y ahora creo que sé por qué lo hacía. No era una muletilla. Era una llamada. La llamada a reconocer que somos niños felices gracias al trabajo que otros han hecho antes que nosotros.