EEUU es como un cuenco

Cada vez que se celebran elecciones presidenciales en Estados Unidos, el mundo así como los propios americanos tienen la sensación de que llega el nuevo salvador. Esta visión mesiánica encaja con el carácter y el origen de los estadounidenses pero no tanto con el del resto del mundo. Y no debería hacerlo demasiado con el supuesto espíritu crítico europeo.

La experiencia nos ha demostrado en casos anteriores, siendo Kennedy o Clinton buenos ejemplos, que los caballeros montados en caballos blancos tienen que bajarse pronto de su montura y ponerse en traje gris cuando llegan a Washington.

Estados Unidos es un país tremendamente complejo en el que existen numerosas fuerzas que luchan constantemente contra el cambio. La estructura institucional es la primera de ellas: un presidente no escogido por el Congreso, un Congreso con intereses propios y un Tribunal Supremo cuyos miembros vitalicios pueden bloquear las decisiones del Presidente más respaldado. Incluso cuando alguna estas tres instituciones se alinea con otra, el cambio resulta difícil debido a las diferencias institucionales entre unas y otras.

Para explicarlo mejor hay quien compara este sistema con un líquido en un cuenco. Por mucho que uno quiera inclinarlo hacia la izquierda o la derecha, siempre acaba viéndose forzado a ir al centro. Su punto de equilibrio.

No cabe esperar, por lo tanto, cambios radicales en Estados Unidos. Sin embargo, que no vayan darse grandes revoluciones no significa que las cosas no vayan a cambiar. Obama es uno de los mayores líderes que ha dado Estados Unidos y, probablemente, consiga reunir las fuerzas suficiente para inclinar ese cuenco hacia la izquierda. Esperemos que pueda mantenerlo así por bastante tiempo. Los americanos y el resto del mundo lo necesitamos.