Ayer estuve cenando con amigos y amigas. Andrea vino sola, su marido se quedó cuidando de la niña que tienen en común. Estuvimos hablando de todo y de nada hasta que salió a la conversación su situación laboral. Andrea y su marido compaginan los dos su trabajo con su vida personal y familiar. Cada uno de ellos va a buscar a su hija a la guardería a las cinco. Un día él y un día ella. Para compensar la hora y media que Andrea sale antes que sus compañeros de trabajo, llega una hora y media antes que ellos por la mañana. Sin embargo, Andrea percibe claramente, y le ha llegado de forma explícita por vías indirectas, que empieza a haber un «run run» en la empresa de que «esto de marcharse antes de la hora no está bien…». Su marido, sorprendentemente, no tiene este problema.
Lo que le ocurre a Andrea no es nada aislado. Lo sufren millones de mujeres en España y también en el resto del mundo. Allí donde las leyes no discriminan abiertamente las mujeres existe el denominado techo de cristal. Según M. Patricia Aragón:
El techo de cristal aparece, como un obstáculo invisible, en la carrera profesional de las mujeres, que las impide avanzar. Se entiende por techo de cristal aquel conjunto de normas no escritas o cultura empresarial que dificulta a las mujeres acceder a los puestos de alta dirección. Su carácter de invisibilidad viene dado por el hecho de que no existen leyes, ni dispositivos sociales establecidos, ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que son difíciles de detectar.
En el vídeo que publicó Elena Valenciano el mes pasado se daban datos concretos de como este techo de cristal impide que la mujeres ocupen el lugar que les corresponde en el mundo como por ejemplo que solo una de cada cinco representantes políticos en el mundo es mujer.
Las causas del techo de cristal son variadas. Algunos sugieren que el techo de cristal es algo que se autoimponen algunas mujeres. Según éstos las mujeres optarían por trabajar menos horas que los hombres para poder pasar más tiempo con su familia. Las mujeres valorarían también de forma distinta el éxito en el trabajo respecto de los hombres dando más importancia a las relaciones personales que los puestos importantes o los salarios elevados. Otros sugieren que son estereotipos fuertemente engarzados en la sociedad los que crean el techo de cristal. En algunas organizaciones, la red social masculina es persuasiva: cuando se trata de ascender a alguien las mujeres no son tan siquiera tomadas en consideración.
En mi opinión, unas y otras, responden a una misma causa común: el mundo ha sido trazado según los deseos y necesidades de los hombres. Ante esa realidad las mujeres han tenido que optar entre distintas alternativas como renunciar a una carrera profesional o llevarla a cabo sin desligarse de la mayor parte de las cargas familiares; opciones que se han dado cuando no han sido, directamente, excluidas.
El techo de cristal se nos hace, a mujeres y hombres, cada día más insoportable. No podemos seguir ignorando el talento, la capacidad, la imaginación, los deseos, las necesidades y los sueños de la mitad de la mitad de las personas que habitan el mundo.
No sé cuando desaparecerá el techo de cristal pero de lo que estoy completamente seguro es de que si todos le damos golpes cada día, el momento en que acabe estallando por los aires está cada vez más cerca.
Ayer, nosotros le dimos unos cuantos pero no son suficientes. A Andrea no le resultará fácil dejar de ser una madre que sale «demasiado pronto» del trabajo mientras su marido es un buen trabajador que, además, es un padrazo…
Cambiar el mundo de Andrea es cosa de todos.