Privacidad: la marejada que viene

Encriptacion

El derecho a la intimidad, y en particular el secreto de las comunicaciones, es un derecho universalmente reconocido. En una situación normal, y así lo regulan la mayor parte de los sistemas jurídicos, este derecho no puede servir para amparar prácticas delictivas. Mediante intervención judicial, un teléfono puede ser pinchado para detener a un narcotraficante o un sms interceptado para evitar un atentado terrorista. La ciudadanía entiende la necesidad de hacer decaer este derecho en determinadas situaciones pues existe una actividad reprochable que debe ser perseguida. Hasta ahora no se ha generado ningún debate cuestione la necesidad de mantener este balanceo de derechos. Existe consenso en que el derecho a la intimidad puede ser suspendido en haras de la persecución de un delito.

Sin embargo, la lucha entre las grandes discográficas y los usuarios de internet ha provocado que el levantamiento del secreto de las comunicaciones se haya llevado a cabo en tantas ocasiones que los ciudadanos empiezan a sentir que su derecho está amenazado. El hecho de que un usuario pueda ver intervenidas sus comunicaciones por descargar ilegalmente películas de internet empieza a verse como algo desproporcionado porque el reproche hacia esta conducta ha disminuído enormemente en los últimos años. La ciudadanía puede llegar a percibir que las leyes, que el Estado, no les protege los suficiente frente a ésta desproporcionalidad.

Nos encontramos en pleno proceso de cambio, tanto legislativo como empresarial. Las grandes empresas de contenidos, acabarán transformándose y se darán cuenta que el problema no es la defensa de los derechos de propiedad intelectual de sus productos sino el garantizar el acceso a los mismos de forma sencilla, asequible económicamente y de forma simultánea en todo el mundo. La legislación terminará adaptándose al nuevo consenso social y los delitos contra la propiedad intelectual serán revisados para adaptarlos a un mundo nuevo en el que la información fluirá sin cortapisas y los contenidos de Dominio Público serán la materia prima con la que se construya la Sociedad del Conocimiento.

Pero en este tránsito, los ciudadanos no van a quedarse de brazos cruzados y ya han comenzado a tomar medidas. Cuando el Estado no es capaz de garantizar la intimidad, y por lo tanto la seguridad; se retorna al sistema medieval de protección privada: empiezan a aparecer empresas que garantizan la navegación encriptada. Es decir, la posibilidad de navegar de forma anónima por internet a cambio de una pequeña cantidad dinero para evitar que cualquier entidad de gestión de derechos, policía e, incluso, la propia operadora de Internet puedan saber qué se está haciendo en Internet. Ejemplo de ello es TUVPN.com que ofrece este servicio ya en España.

La batalla está servida, los ciudadanos están en su derecho de encriptar sus comunicaciones pero eso va a poner en pie de guerra a varios sectores. Las empresas de gestión de derechos tendrán muchas más dificultades para realizar acusaciones que puedan llevar a acciones judiciales contra los usuarios, ¿cambiarán su estrategia en aquellos países donde el usuario es todavía su objetivo?. El Estado va a tener mayores dificultades para perseguir a los delicuentes verdaderamente peligrosos porque la encriptación estará ya al alcance de todos, ¿habrá reacción por su parte? Empresas que hacen de su negocio con la recopilación de datos agregados de sus usuarios probablemente podrían verse afectadas si la encriptación se extiende. Las operadoras, las menos proclives a interrupmir la conexión a Internet de los ciudadanos, podrían verse presionadas para limitar, no el tráfico hacia determinadas páginas como se ha intentado hasta ahora, sino el volumen de ese tráfico. Y entonces sería el momento del surgimiento de nuevas ofertas o pequeñas operadoras que ofrezcan una navegación sin límites y con encriptación de serie.

De momento hay silencio, todas las partes quieren ver qué ocurre (algunas no lo verán ni aunque ocurra ante sus ojos). Pero si la encriptación empieza a extenderse como un standard, como apunta la situación en Suecia, en los próximos años la navegación por Internet se hará entre las olas de una fuerte marejada…